Con cada minuto que pasaba, los titanes iban cayendo uno por uno, destrozados por un enemigo implacable. En mi pantalla de mando se podían ver perfectamente los puntos que señalaban como los titanes, en solitario o en pequeños grupos, se enfrentaban a sus enemigos con valentía fanática destinada al fracaso. Cada vez que un titan era derrotado una de esas luces se desvanecía, a veces de forma súbita por una falla súbita de los sistemas y otra parpadeando algunos segundos por los daños causados al enorme mecha de combate; ante mis ojos vi como el Amaterasu desaparecía de la pantalla, dejando al Susanoo defendiéndose como podía. A lo largo y ancho de cientos de kilómetros de la costa se repetía la misma escena, una destrucción a pequeña escala que reflejaba la destrucción cada vez mayor a la que se veía sometida la Fuerza de Titanes de Europa. Era sólo cuestión de tiempo para que no quedará nada.
En el puente de mando de la Hestia, el titan de mando de toda aquella carnicería, reinaba una especie de estupor negacionista. Todos seguían dando informes y pasando información como si no estuvieran contemplando una catástrofe, dando por sentado que todo iba según el plan de su grandiosa mariscal. Ni siquiera el hecho de que el capitán al mando de la Hestia hubiera caído y de que el propio titan apenas se mantuviera en pie bastaba para convencerlos de que todo estaba perdido.
— ¡Señora! El Odín ha disparado sus últimos cartuchos de plasma y espera órdenes —El oficial de comunicaciones pasó aquella información con una admirable serenidad— La Artemisa y el Baco informan que de intentarán abrir pasó hacia el Odín para proporcionarle apoyo.
Asentí para mi misma mientras veía en la pantalla la inutilidad de ese plan. Al Odín sólo le quedaban unos minutos de vida antes de que las abominaciones se volvieran a lanzar sobre el debilitado mecha. Los dos titanes que intentaban ayudarlo se encontraban demasiado lejos y estaban demasiado dañados como para suponer una diferencia.
En todo el caos de la batalla había una fina línea de orden creada gracias a los titanes de artillería, que formaban una agujereada fila y disparaban contra todo lo que se acercase con proyectiles seminucleares. Así, las abominaciones no podían romper las defensas de los humanos sin antes aniquilar a los titanes de combate que seguían resistiendo en la enorme melé a corta distancia que se había formado después de la inteligente emboscada en la que habían sido atrapados. Después de que esos titanes fueran derrotados las abominaciones sólo tenían que redirigir el peso completo de sus fuerzas contra lo que sea que hubiera sobrevivido para entonces en la fila de artillería y abrirse paso hasta las ciudades costeras de Francia. El Odín desapareció de la pantalla, y luego pude ver cómo la pequeña fuerza que iba en su apoyo era atacada desde varias direcciones al mismo tiempo. El Osiris también fue destruido y casi al instante le siguió el Tsukuyomi; contando esos dos ya habían caído la mitad de los titanes que quedaban.
Miraba a la pantalla, intentando aparentar una serenidad que no sentía, mientras pensaba en cómo había salido todo tan mal. Se suponía que iba a ser una batalla sencilla, un ataque contra un grupo de abominaciones tan superadas en número que sería más una cacería submarina que una verdadera batalla. Se habían reunido a todos los titanes en condiciones de luchar que había desde el Mar del Norte hasta el Estrecho de Gibraltar y se habían sacado de las fábricas titanes recién estrenados para su bautismo de fuego, muchos de ellos destinados a países de Asia, para así poder conseguir la mayor ventaja posible. Luego toda esa fuerza de titanes avanzaron desprevenidamente hasta el punto de encuentro. Y allí se encontraron rodeados, atacados desde todos los lados por las abominaciones. En esos primeros minutos había perdido un tercio de mis fuerzas, y el resto de había encontrado tan desperdigado y confuso que habían sido presa fácil. Ahora tenían inferioridad numérica, táctica y ningún plan real para salir de aquella situación.
Mire instintivamente los daños que había sufrido el enemigo. Aunque muchos titanes eran ahora simples pecios en el fondo del Pacífico, las abominaciones también habían dejado montones de cadáveres hundidos en el mar. Todos los titanes y abominaciones median más o menos lo mismo, entre cien y doscientos metros, aunque los titanes como la Hestia superaban los trescientos, y estaban diseñados para combatir contra cosas tan grandes como ellos. Los titanes estaban modelados en base a caballeros, berserkers y samuráis, soldados del pasado nombrados por los dioses de la humanidad, y equipados con armamento de alta potencia; las mejores de esas armas eran los cartuchos de plasma, capaces de desintegrar cualquier cosa que estuviera a menos de cincuenta metros, pero las ametralladoras de artillería y las armas de filo conformaban una base nada desdeñable para combatir, y los gigantescos lanzadores de misiles que cargaban la Hestia y sus hermanos eran una fuerza enorme por sin sola. Las abominaciones sólo contaban con garras, dientes, tentáculos y demás armas naturales, pero su biología les permitía aguantar mucho daño y no debían preocuparse por minucias como recargar o sobrevivir para luchar otro día. Los titanes si, y ahora mismo nadie parecía poder conseguir aquello.
El puente de mando se estremeció cuando la Hestia lanzo otra descarga de misiles de medio alcance para ayudar a sus compañeros en la lucha. Apenas derribarían una o dos abominaciones, una gota en el mar, pero sería un daño que quizás pudiera marcar la diferencia. Si los titanes iban a caer entonces lo harían con gloria, vendiendo cara su vida a los enemigos jurados de la humanidad. Sólo quedaba esperar que algunos sobrevivieran para recordar aquella hazaña.
— ¡Mariscal! —El oficial de comunicaciones parecía alterado, un cambio repentino de tono que me hizo prestarle atención— El capitán Halder quiere hablar con usted.
Fruncí el ceño por aquella incoherencia. Se suponía que los capitanes no molestaban a sus superiores durante una batalla, muchos menos una tan caótica y desastrosa como está, y la Morrigan de Halder estaba parada a la deriva sin capacidad de combate alguna. Aunque tal vez fuera por eso que estuviera llamándola.
— Abra una línea privada —Ordene mientras me ponía firme en la silla.
El capitán Halder se veía tan mal como lo estaba su titan. Tenía la mitad de la cabeza y un ojo vendados precariamente, con varios vendajes más cubriendo por fuera su maltrecho uniforme. Atrás de él se podían ver las marcas de un incendio recién extinguido junto con las chispas y vapor que salían de cables y tuberías de refrigeración dañadas. A pesar de todo estaba sentado firmemente en su silla y tenía una mirada que casi se podía llamar de entusiasmo.
— Mariscal Reinhardt —Saludo el, inclinando la cabeza formalmente.
— ¿Que quiere? —Dije sin poder ocultar del todo el cansancio que sentía en todo el cuerpo— ¿No ve que estoy dirigiendo una gloriosa victoria?
— El sarcasmo no nos sacara de esta, mariscal —Halder presiono un botón y un esquema de la batalla que estábamos librando— Yo tengo un plan que tal vez nos permita sobrevivir a esto.
— ¿Que quiere? —Dije sin poder ocultar del todo el cansancio que sentía en todo el cuerpo— ¿No ve que estoy dirigiendo una gloriosa victoria?
— El sarcasmo no nos sacara de esta, mariscal —Halder presiono un botón y un esquema de la batalla que estábamos librando— Yo tengo un plan que tal vez nos permita sobrevivir a esto.
Mire la pantalla mientras la simulación de Halder se reproducía. Me impresionó que tuviera tiempo de hacer algo así en medio de la batalla, aunque el plan en si no tenía demasiado mérito.. Era algo hecho rápidamente, que no tenía en cuenta cosas como la desaceleración por culpa del oleaje o el daño ya causado a los titanes. Era un plan que, si hubiera sido hecho en cualquier otro momento, habría sido descartado al instante por cualquier oficial con sentido común. Pero ahora...
— ¿Esta seguro que esto funcionara? —Pregunte mientras lo miraba.
— No —Dijo el capitán con sinceridad— Pero estoy seguro que es peor no hacer nada.
— No —Dijo el capitán con sinceridad— Pero estoy seguro que es peor no hacer nada.
Lo miré durante un segundo, intentando pensar en una salida mejor a esta batalla. No lo había y lo sabía muy bien, así que me limite a suspirar y asentir a la imagen del capitán Halder.
— Muy bien, capitán, veamos si ese plan suyo sale bien — Corte la comunicación con la Morrigan mientras le pasaba la simulación de Halder al oficial de maniobras— Mande esto a todos los titanes restantes y dígales que tiene prioridad máxima sobre cualquier otra orden anterior. Si alguno tiene problemas póngalo en contacto conmigo.
— Si, señora —El oficial parecía aturdido mientras actualizaba el plan basado en los titanes que habían perdido desde que Halder creo la simulación y lo transmitía a los capitanes restantes.
— Si, señora —El oficial parecía aturdido mientras actualizaba el plan basado en los titanes que habían perdido desde que Halder creo la simulación y lo transmitía a los capitanes restantes.
Volví a mirar la pantalla mientras todos los titanes empezaban a moverse según el esquema de Halder. Este había reconocido la verdad ineludible de que la batalla estaba perdida y había pensado en reunir a todos los titanes posibles, apoyados por el fuego de los artilleros, para luego retroceder a la base mas cercana ubicada en Brest. Los titanes debían huir de cualquier enemigo y apartar a los que hubiera en su camino, reuniéndose con sus compañeros para ponerse junto a la línea de artilleros justo cuando estos empezaban a retroceder. El plan también reconocía que muchos titanes estaban rodeados sin posibilidad de escape y daba una única opción posible para sus capitanes: El martirio.
— El Zeus ha sobrecargado su núcleo de plasma —Informo el aún aturdido oficial de maniobras. A continuación dijo:— No parece que consiguieran evacuar a tiempo.
Mire el lugar en el cual el Zeus había desaparecido. Antes había estado rodeado por tres abominaciones y tan dañado que apenas podía moverse, así que había llevado a cabo el plan de contingencia.
Los núcleos de plasma de los titanes alimentaba todos los sistemas del enorme mecha, desde los músculos hidráulicos hasta los sistemas de armas, y permitían a estos funcionar de manera prácticamente indefinida. La energía de plasma era varias veces mas eficiente y limpia que la nuclear pero también mucho más inestable. Para que los núcleos no saltaran por los aires a la mínima de daño eran necesarios varios sistemas de control de daños, cortafuegos y una buena porción de suerte, pero eso también significaba que eran ridículamente fáciles de hacer estallar a propósito. Eso había hecho el Zeus, creando una explosión de luz blanca que se había llevado al propio titan y a las tres abominaciones que la atacaban. Era una jugada desesperada en la que habían muertos docenas de personas en apenas un segundo, pero que había dejado una mínima oportunidad para que otros dos titanes pudieran llegar hasta los artilleros.
Poco a poco, los titanes se iban abriendo camino entre sus enemigos para formar grupos de cinco o más y así poder defenderse los unos a los otros. Aún seguían cayendo a un ritmo terrible, aunque algunos no cumplían la orden de sacrificio al verse rodeados sin remedio, pero entre los que si lo hacían y la resistencia de los titanes supervivientes se estaba logrando que el plan se viera conducido a buen puerto. Me encontré a mi misma teniendo que dirigir una batalla en lugar de contemplar una catástrofe, contactando con los diversos grupos de titanes para organizar una cadena de mando coherente y haciendo que estos se sumarán a la línea defensiva de los artilleros. Sentía una especie de esperanza pesimista al ver que, a pesar de todo, tal vez pudiéramos salir de allí, de que tal vez...
— ¡Contacto submarino! —Grito uno de los oficiales del puente— Tres objetivos acercándose por debajo de nosotros.
Maldije en voz baja y revise el sonar para ver qué, en efecto, tres contactos del tamaño de abominaciones se estaban lanzando contra la Hestia. Y como el capitán y el primer oficial estaban muertos, con todos los demás demasiado ocupados en sus funciones para tener una idea clara de quien estaba al mando, me tocaba a mí dirigir al titan en combate. Confiaba en que lo que había hecho hasta ahora bastará para mantener a las fuerzas restantes por el buen camino mientras nos encargábamos del enemigo.
— Lanzad cargas de profundidad y preparen sistemas de combate a corta distancia.
— ¡A la orden, mariscal! —El oficial de armamento sonrió de entusiasmo por entrar en combate— Lanzando cargas seminucleares.
— ¡A la orden, mariscal! —El oficial de armamento sonrió de entusiasmo por entrar en combate— Lanzando cargas seminucleares.
Desde la planta de los pies de la Hestia salieron disparados las cargas de profundidad, dirigidas por calor contra los objetivos que se acercaban cada vez más. Al mismo tiempo la batería de la Hestia dejo de cargar misiles de medio y largo alcance para centrarse en los de corto alcance que se usaban para destruir pueblos pequeños o enfrentarse a una abominación. Estas lograron esquivar las cargas de profundidad y seguir subiendo hacia la Hestia, pero su táctica de lanzarse sobre el desprevenido titan se iba a ver brutalmente frustrado.
Cambié la vista de sonar a la que daban los drones que rodeaban todo el campo de batallas, tan pequeños en comparación a los titanes y abominaciones que estos nunca les prestaban atención en combate. Así pude ver claramente como el primer monstruo emergía de la superficie lanzando un profundo chillido que resonó en el puente de mando. Tenía una apariencia similar a la de un babuino, con un cuerpo cubierto de gruesas escamas y con tentáculos en lugar de dedos en las extremidades delanteras. Casi al mismo tiempo apareció otra abominación justo delante de la Hestia, con una apariencia exactamente igual a la de su hermano. Nadie sabe explicar esa clase de coincidencias biológicas, pero ahora eso era los de menos. Ambos se encontraban a unos treinta metros del titan y de habían empezado a acercar ni bien salieron a la superficie.
— ¡Preparen cartuchos de plasma! —Ordene, calculando mentalmente la distancia que aquellas moles recorrían a esa distancia. En mi pantalla la Hestia, un titan de apariencia regordeta que parecía tener una gran mochila a la espalda, levantó ambas manos en dirección a las abominaciones. Las palmas brillaban con la luz blanca de la energía de plasma, y los segundos pasaron mientras los brazos se movían para apuntar a los objetivos que de acercaban— Muy bien... ¡Fuego!
A mi orden, los dos proyectiles de plasma se dispararon desde las manos de la Hestia en dirección a las abominaciones. Los drones sólo registraron aquello cono una explosión de luz blanca que duró unos segundos antes de difuminarse justo a tiempo para ver cómo los cartuchos de plástico resistente al plasma caían de las palmas de la Hestia para ser recargados por otros. Uno de esos cartuchos sólo cargaba un disparo antes de gastarse y a la Hestia sólo le quedaban dos cartuchos. Eso no debía ser un problema, teniendo en cuenta el daño que habían causado los primeros dos: A una de las abominaciones le había desintegrado la cabeza por completo y ahora se hundía sin remedio en el océano, con la segunda habiendo perdido un brazo y parte del torso. Aún seguía acercándose, sin embargo, la tripulación de la Hestia tuvo que actuar antes de que ella se lo ordenará cuando la abominación salto sobre ellos.
Lograron agarrar al monstruo por la cara antes de que lograra aferrarse del todo a ellos, y descargaron un puñetazo en su quijada que hizo brotar la sangre blanca junto con un rugido de dolor. A pesar de todo pudo abrir la boca lo suficiente para morder la mano de la Hestia, aplastando el metal y los cientos de tuberías y circuitos que servían para que el titan pudiera luchar.
— ¡La mano derecha quedó inutilizada! —Dijo inútilmente el oficial de armamento. Apreté la mandíbula mientras descargaban otro puñetazo sobre la abominación para intentar sacárselo de encima. A esa distancia un disparo de plasma sería mortal para ambos, así que sólo quedaba una opción.
— ¡Disparen misiles de corto alcance y cañones automáticos!
— ¡Disparen misiles de corto alcance y cañones automáticos!
Los oficiales dieron orden de recibo y desde la espalda de la Hestia salieron un trió de misiles que se elevaron en el aire unas docenas de metros antes de empezar a caer. Mientras eso sucedía la Hestia cerraba de nuevo el puño, pero en lugar de golpear lo que hizo fue disparar los enormes cañones navales que tenía instalados en los los nudillos. Una ráfaga de cinco disparos, multiplicada por cuatro nudillos, hicieron picadillo la mitad del rostro animal de la abominación y la obligaron a retroceder un poco. Eso fue suficiente como para que todos los misiles impactarán de lleno contra la bestia, explotando con tanta fuerza que el estruendo causó que el metal del puente de mando temblará. La abominación había sufrido tantos golpes que apenas podía moverse, así que intento huir de la Hestia, pero yo no tenía intenciones de dejarla hacer eso.
— ¡Disparen cartucho de plasma! —A mi orden la mano izquierda de la Hestia se alzó y soltó un destello cegadora luz blanca a tan sólo veinte metros de la abominación, dejando un cráter sangrante donde antes estaba su pecho y haciendo que está se empezará a hundir.
El ambiente del puente de mando se relajó visiblemente y note como se me escapaba una sonrisa. A pesar de todo lo que había pasado ese día, los titanes no habían dejado de ser huesos duros de roer. Pero notaba que algo se me escapaba, y no podía saber el...
— ¿Donde esta la tercera abominación? —Pregunté, y durante un segundo el puente se quedó en silencio sepulcral antes de empezar a buscar frenéticamente en todos los sensores— ¡Necesito una respuesta a la de ya!
— ¡El sonar no detecta nada!
— ¡Tampoco las cámaras de calor!
— ¡E-el sistema de oleaje registra seis objetos de gran tamaño acercándose! —El joven oficial que se encargaba de supervisar a los grupos de ingenieros de la Hestia parecía al borde el pánico— ¡Diez segundos para colisión!
— ¡Maldita sea! —Me abroche el cinturón, un gesto tan inútil que resultaba incluso cómico, mientras cambian frenética al supervisor de oleaje— ¡Preparados para el impacto!
— ¡Ahí vienen!
— ¡El sonar no detecta nada!
— ¡Tampoco las cámaras de calor!
— ¡E-el sistema de oleaje registra seis objetos de gran tamaño acercándose! —El joven oficial que se encargaba de supervisar a los grupos de ingenieros de la Hestia parecía al borde el pánico— ¡Diez segundos para colisión!
— ¡Maldita sea! —Me abroche el cinturón, un gesto tan inútil que resultaba incluso cómico, mientras cambian frenética al supervisor de oleaje— ¡Preparados para el impacto!
— ¡Ahí vienen!
La sensación de estar en un titan cuando era embestido por seis abominaciones con todas sus fuerzas era similar a la de estar en una lata cuando un tanque pasaba por encima de ella. Todo a su alrededor se volvió un borrón de movimiento y ruido ininteligible que fue detenido a duras penas cuando el giroscopio logró detener el movimiento de manera automática. Las abominaciones eran más pequeñas que la Hestia, lo cual la había salvado de ser derribada sin remedio, pero el impacto había causado daños terribles. Todo lo que no hubiera estado pegado al piso había salido volando, lo cual incluía al joven oficial de ingenieros, que gritaba de dolor en el piso tras ser zarandeado por toda la estancia. No había nadie que le prestar ayuda a el o a la sobrepasada Hestia, cuyos contrincantes se habían lanzado sobre su espalda y brazos para empezar a despedazarnos con garras y dientes.
— Maldita sea, no, no, ¡no! —El brazo izquierdo de la Hestia fue arrancado y tirado al mar, con la "mochila" de la espalda siendo escarbada sin piedad— ¡Necesito una solución a esto!
— Mariscal —El oficial de comunicaciones, perfectamente calmado, se levantó de su puesto mientras el puente seguía moviéndose sin parar a su alrededor— ¿Desea enviarle un último comunicado a su fuerza de combate?
— Mariscal —El oficial de comunicaciones, perfectamente calmado, se levantó de su puesto mientras el puente seguía moviéndose sin parar a su alrededor— ¿Desea enviarle un último comunicado a su fuerza de combate?
Lo miré, sabiendo a lo que se refería y sabiendo que sólo había una opción en una situación como ésta según las órdenes que yo misma había dado. Comprobé rápidamente la situación de la batalla en general y comprobé que la Hestia no era la única rodeada sin remedio, aunque si era la única que no tenía un grupo de titanes cerca para apoyarla. Era la típica táctica en manada que usaban las abominaciones, el atacar las zonas débiles del enemigo e ignorar las zonas fuertes.
— Preparados para volar el núcleo de plasma a mi señal —Todos la miraron con rostro de fatalismo determinado mientras el oficial de armamento obedecía la orden; El oficial de ingenieros se había desmayado, lo cual visto lo visto había sido una bendición. Presione el botón de contacto que me permitía hablar con todos los titanes al mismo tiempo, y luego de pensar un segundo empecé a hablar con serenidad forzada— A todos los capitanes de la Fuerza de Titanes de Europa. Resistan. Deben salir de aquí para conseguir luchar otro día, para proteger a la humanidad de su mayor enemigo. El capitán Halder debe tomar el mando al caer la Hestia. Yo...
Me quedé allí, mirando la pantalla de daños de la Hestia, sintiendo como era despedazada lenta pero implacablemente a mi alrededor, mientras todos a mi alrededor se sumían en un estupor silencioso al darse cuenta como yo que no sabía que más decir. Finalmente el oficial de armamento se cuadro e hizo un saludo militar firme.
— Todo listo, mariscal.
Asentí, levantándome lentamente de mi silla, y le devolví el saludo. Todos los demás, sentados o levantados según lo permitieran sus propias heridas, hicieron también dicho gesto. Luego dije una última frase, sabiendo que aún me escuchaban todos los capitanes que habían logrado sobrevivir a la batalla.
— Aún no está todo perdido —Luego de decir eso presione el anodino e inocente botón que debía encender la pira de la Hestia, justo en el momento en que unos gigantescos colmillos amarillentos se abrían pasó hasta el puente de mando.
El mundo se sumió en una cegadora luz blanca, tan brillante que parecía llenar mi cuerpo por completo, y ya no se volvió a desvanecer.